Hace ya algún tiempo, en una galaxia cada vez menos lejana, el hoy Director General de Hospitales de la Consejería de Sanidad de Madrid, Antonio Burgueño, hablaba de lo «entrañable» que sería la relación entre médico y paciente si se pagase una pequeña cantidad de 40 ó 50 euros por cada consulta; «eso no es copago», aseguraba desde el fondo de su corazón (que es el quinto pino y por eso suena cavernoso).
Después, a lo largo de este año de conflicto, se nos ha asegurado por activa y por pasiva que no se pretendía cobrar a la gente por ir al médico, que eso era una exageración de los rádicales sindicalistas que intentaban demoler las medidas de «sostenibilidad» sanitaria y que la Sanidad iba a seguir siendo «gratuíta, universal y de calidad».
«Vale», decían los profesionales de la Sanidad Pública, «nos parece gracioso e incluso entretenido que la Consejería de Sanidad y el Gobierno de Madrid se defiendan de unas acusaciones que nadie les ha hecho, ya que añadir a los impuestos el cobro de una cantidad en efectivo por cada consulta sería demasiado descarado y ruin incluso para ellos (por muy entrañable que resulte), pero también quedaría simpático que explicasen por qué pretenden regalar a empresas privadas el dinero público de los impuestos destinados a Sanidad, que es algo más sutil y de lo que se les acusa en realidad».
Y, sin embargo, al final podría ocurrir que su defensa de algo tan descarado y ruin como cobrar un «repago» por la asistencia sanitaria tenía razón de ser…