Ignorar y ocultar el peligro no lo hará desaparecer

Contención. Es la palabra clave en lo que a pandemias y epidemias se refiere; contener el peligro de propagación, aislar el foco en un solo lugar que disponga de los recursos necesarios para tratar a los pacientes y para enfrentarse a los organismos responsables de la infección, reduciendo tanto como sea posible la necesidad de comprometer al resto de la población y del sistema sanitario. Esto, que para cualquier persona mayor de doce años parece de sentido común, se convierte en un acertijo incomprensible cuando llega a las manos de Francisco Javier Rodríguez RodríguezManuel Molina Muñoz, y Felipe Vilas Herranz, Consejero de Sanidad el primero, titular el segundo de la Dirección General de Ordenación e Inspección de la Consejería de Sanidad madrileña, de la que depende la Subdirección General de Sanidad Ambiental y Epidemiología a cargo del tercero. Para ellos, responsables de la política sanitaria epidemiológica de Madrid, la palabra clave parece ser «negación», como si ocultar la existencia de un peligro y barrer el asunto debajo de la alfombra hiciera desaparecer la amenaza mortal, muy real y nada imaginaria, sólo para proteger sus inmaculados culos políticos a base de jugarse la vida de todos los ciudadanos a la única carta del «no creo que ocurra», como quedó evidenciado durante la alerta sanitaria que hubo en Madrid la semana pasada por un posible caso de ébola y la forma surrealista, temeraria y quizá incluso criminal en la que se «gestionó» esta alerta.

Al menos esto es lo que se saca en claro cuando se desbroza la confusa y escasa información que rodea todo el asunto, puesto que la falta de información oficial hace que parezca aún más sospechoso y oscuro lo que ya de por sí resulta bastante siniestro. Todo comienza cuando se decide desintegrar el hospital Carlos III con la excusa (muy discutible y muy discutida) de convertirlo en un centro de media estancia. Entre las muchas cosas útiles que los ciudadanos van a perder por el camino, el funcionamiento del hospital como centro de referencia en Madrid para pandemias y enfermedades emergentes es una de las más llamativas y sobre la que más alertan los profesionales y trabajadores del hospital, tanto a la población como a las Autoridades Sanitarias, sin éxito. El hospital, con una larga tradición y mucha experiencia en enfermedades infecciosas, tenía además el tamaño y la ubicación ideales para realizar su cometido como centro de contención, pues no es tan grande como para comprometer demasiados recursos en caso de brote, ni tan pequeño como para carecer de todo lo necesario en su labor de aislamiento, no está demasiado lejos del centro urbano, pero tampoco demasiado dentro del mismo, y además carecía de area sanitaria designada, con lo que ninguna zona quedaría sin hospital de referencia en caso de tener que aislarlo para contener una epidemia. Si a esto se le añade que disponía de Urgencias, UCI, un extenso e importante conjunto de laboratorios con todo lo necesario para dicha labor, profesionales con mucha experiencia en los diferentes campos implicados, protocolos bien definidos de alerta, trajes de riesgo biológico, rutas internas planificadas para el traslado de los pacientes con la menor exposición posible y simulacros regulares de alerta epidémica que mantenían al personal adecuadamente preparado para responder, se hace evidente por qué gozaba de la confianza de todo el mundo como centro de referencia de pandemias en Madrid.

Y, precisamente por eso, los profesionales del hospital advirtieron a la Consejería de Sanidad del peligro que suponía desintegrar el centro de referencia sin antes preparar otro lugar para que pudiera hacerse cargo de una labor tan sensible y compleja, a lo que la Consejería respondió reiteradamente con evasivas, vaguedades y una arrogancia saturada de suficiencia que menospreciaba una preocupación muy seria de los profesionales como si no fuera más que un argumento político de resistencia. Pero lo más grave de todo no fueron las formas y el desdén hacia los llamamientos de quienes conocían y tenían experiencia de campo en el tema, sino que, como todo el mundo temía, las Autoridades Sanitarias desoyeron el consejo de los profesionales y no prepararon ni designaron un nuevo centro de referencia de pandemias antes de deshacerse del que ya tenían.

Así, en los últimos meses el hospital Carlos III ha quedado reducido a la mínima expresión; carece de Urgencias, carece de UCI, carece de laboratorios, no se realizan simulacros, no se revisan los protocolos, no se prepara al personal para dar respuesta a posibles situaciones epidémicas que requieran medidas de contención y, de hecho, ese personal se ha visto reducido aproximadamente a un tercio de lo que era mientras que al propio hospital se le ha despojado de entidad jurídica para que pase a depender de La Paz. Todo esto ha venido ocurriendo durante los últimos meses, después de que las Autoridades Sanitarias antes citadas retirasen la designación del Carlos III como centro de referencia para pandemias y epidemias sin preparar ni designar a ese fin a ningún centro alternativo.

Y es en estas circunstancias de indefensión sanitaria ciudadana que sufre Madrid cuando se produce la alerta sanitaria internacional por los brotes de ébola en África. Es entonces cuando Salud Pública se da cuenta de que tiene que responder a esa alerta en Madrid, está obligada a hacerlo, no le queda más remedio, y no puede porque alguien, en una aterradora demostración de incompetencia que roza (como mínimo) la imprudencia temeraria, despejó ese balón hacia delante sin que nadie lo recibiera. ¿Y ahora qué? ¿Cómo responde ahora Salud Pública al dilema? Haciendo un doble mortal con tirabuzón; designa de nuevo al Carlos III como hospital de referencia para la alerta de ébola.

Esto, que básicamente consiste en despejar de nuevo el balón hacia delante a ciegas, implica confiarle la responsabilidad de responder a una posible pandemia de ébola a un hospital que ya no dispone de los medios para llevar a cabo semejante tarea, como quedaría en evidencia más tarde, y cruzar los dedos para que no ocurra un desastre que ponga de manifiesto la irresponsabilidad de los que dirigen la protección sanitaria de nuestras vidas. Se podría entrar a discutir la gravedad de semejante decisión y sus posibles implicaciones incluso penales (delitos contra la salud pública, imprudencia temeraria, etc), pero no es ese el propósito de esta narración, cuyo objetivo no es más que informar a los madrileños del peligro que corren, advertir a los profesionales sanitarios de la responsabilidad indirecta que comparten y conminar a quien pueda hacerlo para que abandone la política de opacidad, corrija el desastre sanitario en el que estamos y lo haga informando públicamente de cada paso para que podamos vivir, trabajar y dormir tranquilos todos.

Porque este despropósito no termina aquí, tiene todavía un capítulo aterrador que nunca debería haber ocurrido.

En las últimas semanas, la designación como centro de referencia ante los posibles casos de ébola ha estado viajando, junto con los trajes de riesgo biológico, entre La Paz y el Carlos III, porque conviene recordar que el hospital Carlos III ya no es, de hecho, tal hospital, puesto que ahora forma parte del hospital La Paz. Y, dado que el Carlos III ya no está capacitado para realizar semejante tarea de contención pandémica, La Paz tuvo que hacerse cargo de ella, así que la designación y los trajes viajaron allí, pero La Paz es demasiado grande y no se puede arriesgar a sufrir un aislamiento en caso de brote de ébola, dejando a toda un area sanitaria sin hospital de referencia, La Paz no se puede arriesgar a ver comprometidos tantos pacientes como tiene ingresados ni tantas instalaciones como posee, así que le devolvió la designación y los trajes al Carlos III a pesar del peligro que supone para la población que su centro de referencia de pandemias no esté dotado para hacer frente a dichas pandemias. Todo esto, que ya es indignante y terrorífico por sí mismo y quizá por eso se hace en silencio, sin llamar la atención, sin comunicados oficiales y sin que la población se entere, a cualquiera le parecería una invitación al desastre… a cualquiera menos a los responsables de la Consejería de Sanidad.

Es en este caos de indecisión cuando, en la madrugada del jueves 17 de abril, un paciente acude a las Urgencias del hospital Ramón y Cajal con síntomas febriles y es atendido allí hasta que la sospecha de que pueda tratarse de ébola hace que el paciente sea aislado en un box de dichas Urgencias mientras se activa la alerta sanitaria correspondiente. Para entonces, tanto las Urgencias como (quizá) los laboratorios del Ramón y Cajal podrían estar comprometidos. Mientras se activa la alerta, se produce bastante confusión respecto a cuál es en realidad el centro de referencia al que se debe mandar el paciente, y, para cuando se decide mandarlo al Carlos III, se descubren dos cosas: Una de ellas es que nadie en el Ramón y Cajal, en La Paz o tan siquiera en Salud Pública tiene un teléfono de contacto con el Carlos III ni con sus médicos de guardia, y el Carlos III ya no tiene un teléfono siempre activo en sus Urgencias (como solía) porque ya no tiene Urgencias y su Centralita no tiene personal por las noches. La otra sorpresa es que el paciente ha abandonado el aislamiento y se ha marchado a casa.

Mientras se envía a la policía a la casa del paciente, también se decide enviar un teléfono móvil en coche (o ambulancia, según diferentes versiones) al Carlos III. Sí, es todo tan absurdo como parece, y hay más. El Carlos III no tiene claro si es o no el centro de referencia para pandemias en ese momento, lo cual produce más retraso y confusión, pero, a pesar de saber que no está preparado para ello, al final accede a recibir al paciente, lo cual podría ser objeto de un debate en sí mismo. ¿Es mejor dejar al paciente en las Urgencias del Ramón y Cajal, que ya han sido comprometidas pero que no pueden ofrecer nada mejor que un box y que podría dar lugar a una propagación terrible o es mejor llevarlo a un hospital que carece de UCI y de laboratorios y en donde, por lo tanto, no se va a poder atender al paciente correctamente ni analizar las muestras sin enviarlas fuera rompiendo la cuarentena? Sea como fuere, el Carlos III al final recibe al paciente a las 8 de la mañana del viernes 18 de abril con personal que sólo lleva guantes y mascarilla, y se le ingresa en una habitación de aislamiento con presión negativa de la sexta planta, donde se le examina y se le toman muestras para analizar, pero… ¿para analizar dónde?

Al parecer, parte de las muestras viajan a La Paz mientras que otra parte se supone que viaja a los laboratorios de Majadahonda, aunque algunas versiones cuentan que La Paz rechazó aceptar muestras de un posible ébola. Al parecer, según algunas versiones, el paciente dio positivo en Malaria, mientras que otras versiones lo desmienten. Al parecer, la PCR para el ébola se tenía que realizar en Majadahonda, pero, según otra versión, Salud Pública dio orden de que no se hiciera la PCR, quizá para no comprometer y tener que aislar los laboratorios, o quizá para que la alerta no se hiciera pública en la dilatación temporal que supondría esperar al recalibrado de las termocicladoras y el resultado de las pruebas. La PCR, recordemos, es la única forma de identificar a un virus con fiabilidad.

Al parecer, al parecer, al parecer…

Lo que es seguro es que al paciente se le dio el alta ese mismo viernes con un diagnóstico desconocido y nadie sabe a ciencia cierta nada más, ni tan siquiera si han quedado registros del suceso en los sistemas informáticos, porque todo se mueve en el neblinoso mundo de los rumores, que es la peor forma posible de tratar con las pandemias. Se cuenta que la UCI del carlos III está volviendo a reactivarse y que se van a mandar allí intensivistas de La Paz, pero también se cuenta que a partir de ahora el centro de referencia de esta alerta es La Paz, aunque lo más creíble quizá sea el rumor que habla de dejar al Gomez Ulla (que siempre fue el centro de referencia epidémica militar) como único centro de referencia para pandemias en Madrid, pero al parecer no estará preparado para ello hasta dentro de un par de meses, ¿y mientras tanto qué, seguimos apostando vidas a los dados? Todo son rumores, porque el personal del SERMAS teme hablar y las Autoridades Sanitarias ahogan su imprudencia en opacidad.

De hecho, la ausencia de firma en este texto es una prueba en sí misma del nivel de paranoia en el que trabajan los profesionales del SERMAS desde hace ya un año y medio, en el que el miedo a las represalias les impide siquiera alertar a sus conciudadanos (e incluso al resto de sus colegas) sobre un peligro tan serio para la salud de todos y sobre la mala gestión del mismo, que es lo mínimo que los ciudadanos esperarían de sus profesionales sanitarios.

El entorno sanitario no es el mejor lugar para que la información se oculte, es de hecho uno de los peores; en este entorno, el intercambio de información puede salvar vidas, y su ausencia quitarlas.

Estamos fallando todos.

 

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7 respuestas a Ignorar y ocultar el peligro no lo hará desaparecer

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  3. pijoprogre dijo:

    Y sobre todo, y que no se nos olvide nunca: «Papeles para todos», «ningún humano es ilegal» y «vivan los virus de importación»

  4. Anónimo dijo:

    Tranquilo, que esto esta controlao.

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